viernes, 1 de octubre de 2010

Miedo

"En la tormenta recién pasada, la amistad quedó muy dañada y el amor completamente destruido... sólo nos queda el trabajo en el que, ya sin sonrisas y abrazos, triunfaremos sin compartirlo".

Ya no quise salir ni a la tienda desde las seis de la tarde. Algo me decía q no vendrías, pero acallaba esa voz esquizofrénica y me entretenía con una cerveza, mientras acomodaba botellas, refrescos, botanas y vasos, para la celebración d mi cumpleaños número 39.

A las siete llegaron Rosa y Miriam. Tequila para una y whisky para la otra. A las siete treinta tocaron la puerta y brincó mi corazón… Era Napo; whisky para su vaso. Las ocho enmarcó el nuevo brinco… Era Jorge, no tú. Ron su petición. Napo tomó la hielera y fue a la cocina a llenarla d nueva frialdad.

En la siguiente vuelta todos repitieron d la misma bebida. Las rondas se hicieron desiguales porque Napo se tomaba dos por cada vaso d nosotros. La música brincaba d artista en artista; las risas no mermaban ante cada cambio d plática. Eran las nueve. Todavía podías llegar.

“De un momento a otro”, me susurraba el alma esperanzada.

“No vendrá”, entre carcajadas, se mofaba la voz esquizofrénica.

A las nueve treinta tocaron la puerta y saltó mi corazón… Era la otra Miriam con Abraham y su pequeño Vale, no tú. Tequila para ella; Abraham un ron d otra marca y Vale jugo de manzana. Nueva procesión respetuosa d hielera; nueva ronda… Se acabó la cerveza y cambié a cogñac.

A las 10 sonó el teléfono y extrañé el brinco porque empezaba a sentir desolación. Tal vez anunciarías tu llegada tardía. Tal vez anunciarías tu falta d asistencia… Era Pepe, el hijo de Rosa, no tú. Lloraba. Alguien estaba en su departamento mientras él permanecía encerrado en su recámara. Pedía a gritos una ayuda q Napo, Abraham y Jorge se aprestaron a proporcionarle yendo a buscarlo, mientras yo lo tranquilizaba por teléfono.

Al parecer el fantasma d la abuela paterna rondaba al inocente niño, como una forma d desgraciarles el fin de semana a sus divorciados papás. No lo logró; el “don” nunca contestó el celular y Pepe se unió a mi festividad. Finalmente se divirtió con nuestros chistes, bailes, chismes y desvaríos, después d los abrazos de consuelo y d nuestros consejos: “la próxima vez miéntale la madre, insúltala hasta q te canses; la mejor manera d sacudirte a los fantasmas es demostrarles q no les tienes miedo”.

A las once empecé a temer q la voz esquizofrénica tuviera razón. La música danzaba d artista en artista: “Me cansé d rogarle…”; “… te di mi amor sin maquillaje, amor q más q amor fue devoción”; “¿qué cielo cruzas sin extrañarme nube perdida?”; “…cancionero… muchas veces te pedí una canción para brindar por su alegría”.

Las risas seguían sin mermar ante cada cambio d plática: “¡la próxima vez miéntale su madre, Pepe, aunque se enoje tu papá!”; “desde q murió el señor Azcárraga ya no hay quien compre al equipo contrario y por tanto seguirá perdiendo el América”; “¿Qué tienes Luis? Si estabas contento…”.

Otras procesiones d hielera; otras rondas; renovación d botanas.

A las doce apenas brincó el órgano q, dicen, es el dueño del amor. Fue porque confundí el ruido d una puerta vecina. No pude evitar asomarme por la mirilla. “¿Qué tienes Luis? Si estabas contento…”

Ya cansado d brincar sólo atinó a llorar; el corazón no pudo evitar q temblaran las manos, los pies… el alma… y convirtió su llanto en las lágrimas amargas q dejaron salir mis ojos… Las rondas y procesiones se suspendieron por un rato… La “Trevi” se dio vuelo con su: “Señor, si me llevas contigo… voy a prenderte estrellas en el infinito”, las seis veces q mi dedo regreso el disco mientras mis labios permanecían cerrados y mi rostro ajeno.

El: “¿Qué tienes Luis? Si estabas contento”, se enrocó con un sinfín d manos y brazos alrededor d mi cuerpo; todos con los labios ya callados… sin más preguntas… respetando el duelo del q hasta hoy t anhela en vano.

El “esperado” consolidó su ausencia con la d muchos días, tardes, noches y madrugadas d silencios. Esa noche resultó sólo el cimiento d un: “nunca”, q saldría d sus labios en nuestro siguiente encuentro.

Me cuentan q Pepe aprendió. La abuela maligna volvió y después d dos mentadas d madre se fue muy indignada.

El fantasma d tu ausencia cruel me dio miedo esa noche. No me he desahogado con nadie porque, para proteger tu imagen, d ese fantasma sólo sabemos tú y yo. Lo he amado. Le he llorado. Le he prendido veladoras d sexo y d compañías casuales. Lo he odiado. Le he mentado la madre. ¡Le he insultado hasta cansarme… pero no se ha querido ir! El fantasma d tu ausencia cruel me dio miedo esa noche y me da miedo cada día, cada tarde, cada madrugada. Y sigue aquí… conmigo…

Sigo besando los bordes del vaso en el q bebiste, la única vez q t tuve. Sigo venerando aquel camerino en el q m besaste y te entregaste a mí… y en el q creí ver un futuro maravilloso q nunca quisiste regalarme.

A veces sonrío; recuerdo tu rostro muy cerca del mío… es una forma de tenerte.

6 de junio de 2008

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