miércoles, 20 de agosto de 2014

Eterno




Te he transformado en eterno con mis pies y con mis ojos porque, como el horizonte, por más que camino no te alcanzo y sin embargo te sigo mirando enfrente, a la distancia, bello y alucinante.

Mis labios, mis manos, te han transformado en eterno porque hay quien jura que existe un lugar en el que los sueños se mecen en un interminable vaivén de esperanza; y yo he tocado cada parte de tu cuerpo y he besado tus labios dulcísimos cada noche dormido y cada día despierto; cada noche de insomnio y cada día en que duermo vencido por el cansancio de soñarte y soñarte conmigo, muy junto, en entrega.

Puedes decirle al mundo, orgulloso, seguro, riéndote de quienes buscaron la fuente por siglos, que eres infinito porque no hay nada más eterno que el amor y yo te amo, con todo el poder, las capacidades, la fuerza y las debilidades que el Creador le dio a tal sentimiento. Mi corazón te ha hecho eterno porque te idolatra, te rinde tributo, te admira, te alienta, te deja, te demanda, se calla, te perdona y te pide humildemente perdón por amarte, te persigue; y su espera será eterna porque al pensarte sus latidos retumban con tal fuerza que su sonido, su energía explosiva, se une a la interminable creación del universo.

Y si llegases un día, si me amases, si me hicieras horizonte, si destruyeras el sueño con maravillosas realidades, nuestros cuerpos finitos podrían morir con la locura desencadenada de nuestra primera entrega, pero nuestras almas vivirían unidas en el cielo eterno de los amantes.

martes, 8 de julio de 2014

El día a día de nuestros días





Los lunes te extraño.

Los martes no tengo tiempo.

Los miércoles, si algún pasillo es compasivo y bueno, puedo disfrutar tu extender de mano y una fugaz sonrisa.

Del jueves no hablo. De hecho ni hablo para no perderme ninguna de tus palabras que, aunque no se dirigen a mí, llegan a mi oído como suave brisa por alguna razón que desconozco, a pesar que de tu boca salen con la fuerza de una ola azotando la orilla.

El viernes no duermo. Y mira que agoto mi cuerpo hasta casi verlo desfallecer. Las vueltas sobre mi colchón, fastidiado de mí y de tu figura incorpórea, terminan en el desahogo vano de canciones que evocan tu distancia, mientras el licor barato se mezcla con el agua salada de mis ojos cansados.

El sábado todo cambia. El esmero en la limpia de la casa le embarra en el rostro muchos kilos de esperanza al dolor del día anterior. Y se miran rosas en los rincones donde había polvo; un adorno nuevo perdido entre los viejos; un cojín distinto en el sofá que te gusta y sábanas limpias sobre mi colchón; fundas nuevas en nuestras almohadas y mi rostro dormido sobre alguna de ellas, permitiendo que se impregnen del aroma que bebiste una sola vez, aquella noche en que se quedó conmigo, después, sólo la luna llena.

El domingo te espero. Desde que amanece abro la botella de vino y enciendo las velas instaladas para la ocasión, después de llenar la casa con las melodías que te gustan, con el volumen medido para que se pueda escuchar el silencio del amor.

Y, como siempre, se acaba el vino, las velas, el disco… que le hicieron compañía a mis sueños contigo, a la entrega portentosa de mi lastimada ilusión con tu anhelada presencia… Y corremos por la casa con juegos inocentes, dejándonos alcanzar, de vez en vez, para ofrecernos el regalo de nuestros labios ardientes; y ante el fresco de la tarde, le ofreces tu mano a mi mano, tus ojos a los míos llorosos, y nos dejamos caer sobre lo que esté cercano: el piso, tu sofá, una mesa, un retablo… y nos entrelazamos, nos entregamos, nos perdemos hasta que la luna llena, menguante, creciente o nueva, no distingue quién soy tú y quién soy yo; llegamos al nido caliente en el que nunca has estado pero en el que siempre te he tenido, y nos procuramos, el uno al uno; probamos de nuevo el néctar de nuestros cuerpos, nos ligamos las almas con el lazo que inventé y que ahora nos une, para que no pueda desatarlas ni la eternidad.

En resumen: ¡nos amamos, de tal modo y con tal fuerza, con tanta locura, cariño, pasión y violencia, que no puedo evitar volver a extrañarte el lunes…!

jueves, 22 de mayo de 2014

Así es como te quiero




Así es como te quiero: hecho un loco por amar aquello que decías odiar
sólo por no conocerlo;
robando al tiempo el tiempo del encuentro y sumando una arruga más a tu rostro
por quitarle al sueño la almohada y obsequiarle una cena interminable.


Así es como te quiero: cancelando citas;
haciendo a un lado el trabajo y contestando el teléfono...
enrocando el corazón al lugar del cerebro.


Hecho un loco, así te quiero.
Y de verlo, ¡enorgullezco!


¡Dichoso él, que te llevó a conocer la frontera entre el cielo y el infierno!

sábado, 3 de mayo de 2014

Llueve



 
Llueve afuera de mi ventana y en los ojos que miran llover.
El pasto, las flores y las plantas bailan con cada golpe de gota
y me parece verles una sonrisa, en la boca que les invento,
y un fulgor de vida que es impulsado hacia el cielo
como acción de gracias.

Mi lluvia se pierde en el quicio de mi ventana
y convierte en lodo el polvo de mis días sin orear la casa.
Mi vida, mis sueños y esperanza se duermen con cada golpe de gota
y me parece ver un rostro cansado, en el reflejo del vidrio,
y una súplica de muerte dirigida hacia cielo,
porque sé que muerto y desde arriba,
no podrás impedir que pueda volver a verte.

martes, 22 de abril de 2014

Igual que ayer



 
Disfrutaba tanto escribirte cartas con mi puño y letra;
y cuando se escapaba, entre tanta signo,
algún verso encadenado a otro, con resultado estrofa y al final poema...
en aquellos años en que no había "mails".

Y cuando cosechaba una sonrisa de tu rostro con alguna rosa
o un perrito,
o un oso de peluche o felpa,
en aquellos años en que no había monitos "whatsapperos"
ni figuras animadas para los inbox de un face.

Me gustaba despertarme muy temprano para ir hasta tu puerta
y escuchar de tus propios labios el buen deseo para el día;
y después imaginar que me extrañabas
hasta que la hora indicara nuestra espera debajo del reloj del metro,
en la estación que nos quedaba en el medio del camino
de tu trabajo y el mío,
para compartir lo vivido antes de irnos a dormir...
en aquellos días en que no existía el cel.

Y hoy me gusta, lo mismo que en aquel tiempo,
elevar una oración y un gracias hacia el cielo,
antes de perderme en el mundo de los sueños
y recordar tu sonrisa, tu amor, tu extraño y embriagante aliento,
para lo que no necesito nada de lo nuevo.

Y es que para ayer y para hoy,
aún no existe manera de comunicarse con el lugar en el que estás,
pero que no te aleja, ni un segundo, de mis pensamientos.

09 de agosto de 2013