domingo, 13 de marzo de 2011

Viudo de Clo


Cuento publicado en "Parafilias", antología de cuentos con varios autores. Café Literario Editores, 2009.




Valerio era hijo del descuido d su prostituta madre. Su padre podía ser cualquiera d los muchos jóvenes calenturientos, señores hartos d sus esposas o simples aventureros, q acudían a aquella granja d las afueras del pueblo. A sus escasos 12 años, entrados a los 13, ya se había acostumbrado a deambular por el patio después d limpiar la porqueriza, regar el maizal y dar d comer a los patos, los puercos, los pavos y las gallinas.

Esa tarde en particular quiso descansar en su hamaca, pero su madre lo corrió a escobazos pues esperaba al mismísimo presidente municipal con todo y guaruras. Se lo dijo sin empacho.

El niño se fue a su piedra favorita del fondo del patio y se sentó a no hacer nada. Desde ahí escuchó un par d coches q llegaban y luego risas provenientes d varias bocas masculinas. Ni siquiera volteó; mejor se concentró en ver cómo una gallina muy negra, a la q llamaba “Pinche Clo”, sacaba d la tierra un enorme gusano.

Odiaba a esa gallina porque pensaba q se parecía mucho a su madre. Mientras todas las demás se acurrucaban en sus nidos para poner sus huevos, fecundados o no, ella siempre los dejaba caer al suelo sin siquiera detener lo q estuviera haciendo. Esa tarde era el caso. El niño vio cómo se abría lentamente la cloaca d “Pinche Clo”, mientras ella continuaba estirando al gusano q se negaba a abandonar su agujero.

No lo pensó demasiado y se apostó detrás d ella; en cuanto vio q el huevo salía lo empujó con un dedo y se lo volvió a meter. “Pinche Clo” cacaraqueó espantada y soltó al gusano, q aprovechó el relajo y se escabulló a la parte más profunda d su agujero.

El espanto d “Pinche Clo” pronto se pasó y volteó hacia el muchacho. Sus pequeños ojos dejaron escapar una mezcla d enojo con interrogación y después regresó a su labor; escarbó un poco más y volvió a dar con el gusano. Valerio no se había retirado y pudo ver cómo el huevo iniciaba d nuevo su trayectoria hacia el exterior. No lo logró. Con su dedo volvió a empujar el huevo y el escándalo d la posible próxima futura mala madre se dejó escuchar. El gusano volvió a escapar; “Pinche Clo” ahora sólo vio al niño d reojo; y Valerio… se levantó asustado. Estaba experimentando algo q nunca había sentido. Su pequeño pene estaba erecto y lo sentía muy caliente. “Pinche Clo” ya no escarbó; continuó mirando d reojo al muchacho y aún dándole la cola. Se tomó un poco d tiempo y después intentó sacar d nuevo el huevo. Con un rápido movimiento el niño volvió a metérselo y ya no pudo más… Sintió cómo su pene palpitaba agresivamente y expulsaba un interminable líquido q le dejó el short muy mojado. Se tiró al piso y rodó; juntó sus rodillas con su vientre porque la sensación q sentía le resultaba insoportable. “Pinche Clo” aprovechó y dejó salir el huevo. Mientras se retorcía, Valerio juraba q en los ojos del ave veía algo así como satisfacción.

Se convirtió en historia d todas las tardes, aunque Valerio ya no rodaba por el piso. Con el dedo d una d sus manos metía el huevo d “Pinche Clo” y con la otra se acariciaba, ansioso, el pene. “Pinche Clo” ahora sólo era “Clo” y ya no hacía escándalo ni se entretenía con ningún gusano; se dejaba, muy mansa, meter el huevo una y otra vez, y sólo lo expulsaba cuando notaba q Valerio se ponía muy rojo y mojaba la tierra con un líquido muy blanco. Después el muchacho caminaba por el patio y “Clo” hacía lo mismo, a su lado. A veces le platicaba sus sueños y aspiraciones, y juraba q no sólo lo escuchaba sino q hasta le daba consejos con su mirada y uno q otro cacaraqueo.

Cuando Valerio tenía 17 años, entrados a los 18, la gallina murió. Fue la mañana más triste d su vida. Nunca supo lo q pasó; simplemente llegó al gallinero a desearle buen día, como lo hacía a diario, y la encontró tendida en el piso con los ojos cerrados. La tomó entre sus manos, la abrazó… y lloró, lloró y lloró hasta muy entrada la tarde. Su amiga, su compañera d soledad… ¡su amante…! se había ido para siempre. La enterró ahí en el patio, muy cerca d su piedra favorita, justo en ese espacio terregoso q había sido, día con día, su lecho matrimonial.

La extrañó semanas enteras… meses enteros… y soñaba con ella casi cada 15 días. Esas mañanas siempre se levantaba con los shorts bien mojados.

Cuando cumplió 19 Valerio se percató q era virgen. No había pensado en ello porque “Clo” mantuvo ocupada su sexualidad desde el inicio hasta esa fecha. Entrados a los 20 el muchacho empezó a preocuparse porque ninguna mujer le despertaba pasión alguna y entonces decidió buscarse una prostituta en el pueblo vecino. En su pueblo no podía… ¡ni modo d cogerse a su mamá!

Solicitó la q consideró más bonita y se metió con ella al cuarto… pero por más q la mujer le tocaba, le relamía y le chupaba al q ya no era su pequeño pene, no consiguió una erección. Mejor se levantó d la hamaca y comenzó a vestirse, mientras se disculpaba infinidad d veces.

Sentado en su piedra favorita, después d limpiar la porqueriza, regar el maizal y dar d comer a los patos, los puercos, los pavos y las gallinas, Valerio le platicó a “Clo” d su problema. ¡Hasta le confesó q había intentado hacerlo con otras pero o lo picoteaban o simplemente nunca se levantaban d su nidal! Y lloró, lloró y lloró esa tarde… y algunas más… pensando q sería por siempre sólo el viudo d “Clo”.

* * * * * * * *

Mientras me lo contaba tristemente en el “Viena”, al calor d ya varias cervezas, y después d haberme abordado sin empacho sentándose en mi mesa, así seguía siendo. Su prostituta madre se murió cuando el tenía 22 años, entrados a los 23. Vendió patos, puercos, pavos, gallinas y la granja completa, para venir a vivir a la ciudad d México, porque había oído q aquí en la capital se hacía cualquier barbaridad.

D hecho lo había hecho… Primero con prostitutas y después con compañeras d la empresa en donde trabajaba como vigilante. Había logrado tener erecciones en sus relaciones y disfrutaba, pero nunca como con “Clo”. Con algunas había propuesto lo del huevo y unas habían accedido, pero no le resultó igual. Antes d ir a esa cantina se preguntó sin con un gay podría experimentar como con “Clo…” ¡y ahí estaba yo, oyendo horrorizado, semejante propuesta!

- ¡Anda! – decía - ¡Por favor! ¡Aquí traigo en la mochila un huevo ya hervido!

Me reí. Aunque fue por dentro para q no se ofendiera. La verdad es q sí me había conmovido… y lo valoré, para qué más q la verdad, porque tenía curiosidad y porque Valerio no era nada feo.

- ¿Pero qué es lo q tienes en mente? ¿Que vayamos a un hotel, “utilizar” el huevo, masturbarte y ya?

- ¡No, no, pos si no soy un salvaje! Lo he pensado muy bien y no creo q me desagrade agarrarte y q me agarres; acostarnos en la cama y abrazarnos… Q nos besemos en la boca tal vez no, pero si quiero q me la chu…

- ¡No lo digas! ¡No lo digas! Ya sé, ya sé.

Se río… Él sí por fuera.

- Tú sí eres medio persinao, ¿verda?

- La verdad sí. Pero también soy muy curioso. Las cosas raras me llaman la atención, pero muy pocas veces me atrevo a hacerlas porque me da miedo. La verdad es q me gustas y… ¡sí me aviento! Dices q va a ser tu primera vez con un gay y también será mi primera vez con un huevo. ¡No sabes qué gracias le doy a Dios d q “tu problema” no haya sido con un avestruz!

Ahora nos reímos los dos por fuera.

- ¡Eres payque! ¡D veras eres payque! Y yo no soy malo, de veras. Hasta compré un huevo d codorniz para no lastimar al vato buena onda q me dijera q sí. ¡Qué payque q fuiste tú!

Y fue muy payque, como decía él. Nos compramos un six d cervezas; nos fuimos a un hotel… y efectivamente se portó como todo un caballero. Platicamos un rato todavía, d sus sueños y aspiraciones… yo las escuché a su lado. Nos recostamos en la cama y él seguía platicando. Pasó su brazo por debajo d mi cabeza y yo me recosté en su pecho mientras me seguía platicando… y d pronto hizo lo q dijo q no iba a hacer: ¡me besó en la boca! Y fue un beso largo acompañado d unas caricias muy delicadas por todo mi cuerpo… Se separó suavemente y me aclaró:

- Se me salió, vato… y creo q porque eres payque.

Y ya no dijo nada más. El ser más cariñoso del mundo se puso frente a mí y yo le correspondí, sabiendo q era justo eso lo q le faltaba… Por eso cuando se levantó y fue por el huevo, me esforcé por parecerme a “Clo” y hacer justo lo q me había contado, hasta q lo vi ponerse muy rojo y mojar la cama con su líquido muy blanco.

Ahora somos muy amigos. Ya tiene 27 entrados a los 28. Nos hablamos todos los días y nos vemos d vez en cuando. Me gusta oírlo hablar d sus sueños y aspiraciones, pero más me gusta saber q muchos d ellos los está logrando. Aunque no pueda sentir el mismo placer q en su adolescencia y primera juventud, me he encargado d enseñarle q también es un placer recordar lo q se tuvo… y ahora porta con orgullo el ser el “viudo d Clo”.

26 d agosto d 2009

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