jueves, 31 de marzo de 2011

Izamal


Mi corazón palpitaba, cada vez con más fuerza, mientras el camión devoraba el camino q me acercaba a mi pequeña ciudad natal. Mis cabellos eran tironeados por el viento mientras mis ojos, semicerrados, trataban d encontrar entre los árboles la inmensa fortaleza amarilla, casa d la siempre amada Virgen Santa María, y del pueblo izamaleño. Al fin apareció; al fin, después d un año d ausencia, podía mirar d nuevo el campanario en donde, por las noches, los ángeles cantan “Completas” mientras el pueblo duerme.

Llegó el camión. Con la maleta en mano atravesé el parque “5 d Mayo”, sin dejar d apreciar la belleza y colonialidad d mi pueblo amado.

El exconvento se alzaba majestuoso; a sus pies continuaba aún el paradero d los “Coches Victoria”; el mercado dejaba correr por sus portales la música y el diálogo jovial d los comerciantes con sus clientes. En la cancha del Palacio Municipal, los jóvenes jugaban basket, preocupados tan sólo por meter canasta, mientras q en las calles circulaban infinidad d bicicletas y uno q otro despistado coche.

Continué mi camino sintiendo q Izamal, cual fiel amigo, me abría sus brazos para recibirme d nuevo con su humilde, pero hermoso, atuendo blanco y amarillo.

Después d la alegría y los abrazos d bienvenida, después d respirar el aire puro d la tarde, ya cuando la noche con su manto cubría el pueblo extrañado y reinaba el silencio propio d una madrugada tranquila, a la luz d mi lámpara escribí, como un novio a su amada, unos versos q salieron d lo más profundo d un corazón no poeta; versos q después oculté apenado, temiendo q alguien leyera lo allí plasmado por mano temblorosa pero enamorada, del pueblo q viera mi primer sonrisa y mi primera lágrima.

Sin embargo, antes d q el sueño viniera a habitar en mí plenamente, pensé q lo importante no es lo hermoso o rebuscado d las palabras con q se exprese el amor sino, precisamente, el amor con q esas palabras se expresen; cierto es q un poeta embellece lo q dice, más no siempre es el corazón quien actúa; en cambio cuando va el alma escondida en las palabras, hasta un simple: Te quiero, suena cual cascada en un bosque siempre verde.

¿Cómo no elevar mi alabanza al cielo?
¿Cómo no llorar cuando de ti parto?
Eres, mi Izamal, el más hermoso suelo
que de todo el orbe, mis plantas han pisado.

Si Nervo un día hubiera mirado lo que miro:
tu bello atardecer, tu noche clara y fresca,
no hubiera abandonado la tierra en que vivimos,
sin elevar solemne, a ti, el mejor poema.

Yo no soy poeta, pero quiero un canto
para ti entonar, que eres cuna mía;
eres fiel amiga, eres el descanso
que escogió por casa la Virgen María.

Tienes en tus siglos escondida historia,
guardada celosa por firmes guerreros;
son lanzas sus plantas, penachos de gloria,
hoy casas de aves, ayer grandes templos.

Y al dormir tranquila en tus noches frescas,
los ángeles cantan sobre tu convento;
pedazo de cielo que tiene la tierra,
pedazo de tierra, que quisiera el cielo.

18 de Diciembre de 1991

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