lunes, 15 de agosto de 2011

Aún me miras como ayer






Era una noche de frío en invierno;
el viento soplaba, caía el sereno.
Sentado en el pasto sólo en ti pensaba,
mientras que la luna en lo alto brillaba
y, en medio de ella, tu rostro miraba.

Sentí en el alma una dulce alegría,
al ver tu mirada prendida en la mía;
tu rostro de seda y cabellos de plata,
tu piel de canela y tus labios de escarcha,
tus ojos de aurora que tanto me amaban.

Pensé en otros días en los que aquí estabas,
tú eras la luz con que caminaba.
Tu dulce sonrisa y tu alegre mirada
eran los baluartes con que yo vivía
y le daban vida a lo que fue mi vida.

Un día lluvioso, también en invierno,
te fuiste tranquila, cual pájaro en vuelo,
dejando tu nido ardiendo en el fuego
de una cruel desdicha y de soledad,
matando contigo mi vida mortal.

Hoy miro la luna y en ella te veo,
estás aún sonriente diciendo: ¡Te quiero!
Y ansío en mi alma volar hacia el cielo,
llegar a esa luna que veo a lo lejos
no importa si vivo... no importa si muerto.

6 de Marzo de 1991.

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