jueves, 22 de abril de 2010

Carta que nunca entregué III (Una graciosa analogía)


He estado tratando de encontrarle un nombre a esta “cosa” que vivimos y no he logrado hallarlo. Es algo demasiado fuera de la común. Pensando en analogías, evoqué al planeta Júpiter y al cometa recién estrellado en su corteza; lo malo es que no sé quién es quién.

En un primer momento pensé en ti como el planeta y en mí como el cometa… pero deseché la idea porque, mientras el cometa causó sismos, huracanes, erupciones, maremotos y desmadre y medio, ahora si que yo “ni olas hice”.

En un segundo momento me adjudiqué el planeta y te imaginé como al cometa. Me dije entonces: “pues así, más o menos…”, pero tampoco me resultó buena la idea porque, aunque es cierto que me causaste desmadre y medio, no estás haciendo lo mismo que el cometa: Él llegó, se estampó y ahí se quedó; en cambio tú, sigues luciendo tu cola multicolor por todo el espacio sideral.

Deseché esta analogía, sobre todo cuando me enteré que el cometa se estrelló en el “lado oscuro” de Júpiter y… ¡por Júpiter que mi planeta y mi cometa todavía no se conocen ese lado! Claro que esta observación no se desea eterna porque, al final… es uno de tus lados más bonitos y deseables.

Te aconsejo que lo veas, alguna vez, en el espejo; te aseguro que, así como lo estoy ahora, quedarás prendado de ti.

Octubre de 1994

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