¡Amo a
Mateo con todas sus travesuras y su aparente falta de educación!
Al
primer perro que tuve destrozaba mis zapatos y le pegaba; le ladraba a todo
mundo y le pegaba; se hacía pipí y popó en las mañanas y le pegaba; se comía la
basura y le pegaba...
hasta que se murió.
Una
noche lo soñé trepado en una barca, sobre un lago oscuro, como si me esperara.
Pude ver que casi se asfixiaba ante la alegría que le provocó el verme de
nuevo. Recordé aquel mito que cuenta que los perros son los que lo ayudan a uno
a cruzar rumbo hacia la eternidad y me subí en ella.
Mientras
la barca avanzaba y sin entender por qué el encargado de tan loable labor se
había portado como todo un grosero mientras vivía, aproveché el tiempo para
interrogarlo.
Me dijo:
Me comía
la basura para evitar que tu cocina se llenara de bichos malos; me hacía en las
mañanas porque no quería que te enfermara el frío de la mañana; le ladraba a
todo mundo porque el pequeño cerebro que poseía pensaba que quería hacerte daño
quien se acercaba; y destrozaba tus zapatos porque creía que así no me dejarías
solo... tú me adoptaste porque querías compañía y nunca entendí por qué tú me
privabas de la tuya. Cuando me pegabas sólo me escondía porque me di cuenta que
eras tú quien no entendía.
¡Amo a
Mateo con todas sus travesuras y su aparente falta de educación!
09 de agosto de 2013
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