domingo, 15 de noviembre de 2009
La posesión
Tal vez nunca debió haberle dado la llave. Ya no podía abrir los ojos cada amanecer sin ser ella lo primero que viera.
Ya estaba el desayuno hecho y la lavadora funcionando…
Cada mañana aguantaba, pero ese día en particular no tenía ganas de verla.
- ¿Sabes? Hoy tengo que ir al súper.
- ¡Ningún problema! Yo también necesito comprar unas cosas, puedo acompañarte.
- Es que después tengo que ir al Internet… debo consultar mis correos, mandar algunos otros…
- ¡Ningún problema! Puedo estar ahí a tu lado, ¡en otra máquina, claro! Yo también tengo varios días sin revisar mi correo.
- Tal vez me tarde.
- Yo también. Me llegan muchos correos.
- Voy a ir a comer con un amigo… Platicaremos cosas de hombres…
- ¿Una hora? ¿Dos horas? ¡Ningún problema! Puedo esperarte afuera del restaurante… ¡o tomarme un café en otra mesa!
- ¡Hoy tengo función de la obra que ya viste cientos de veces!
- ¿Te dije que se fue la de relaciones públicas… y me contrataron?
Ante el ministerio público, una hora después del asesinato, él sólo dijo que había sido víctima de una posesión demoníaca.
20 de abril del 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
-- las relaciones humanas siempre encuentran sus tibios recovecos en tus letras maestro, un abrazo Luis!
ResponderEliminarMi querido jota pe, te contesté en tu blog y no supe si lo viste... Por si "las de hule": ¡Gracias por tu comentario! Eso de maestro me suena a mucho... sólo soy un pobre profesor que escribe de vez en mucho. Un gran abrazo.
ResponderEliminar