jueves, 29 de abril de 2010
Razón... ¡no me despiertes!
He soñado tantas veces, y he deseado tantas cosas,
que cuando te tengo cerca y mis ojos pueden verte,
me pregunto preocupado, hasta sentirme impotente,
con qué rayos y en qué forma, podré un día agradecerte.
Y es que con sólo rozarme, o en coincidir de miradas;
y es que con sólo pensar que podré verte mañana,
se convierte mi presente en la feliz esperanza
de que a veces también sueñas, y que lo que quiero, quieres.
No hay moneda aún, tan cara, con qué valuar esos ratos
en los que sueño despierto que tú duermes a mi lado.
Ni billete, ni artefacto, ni una joya en el mercado,
que pueda pagar el momento en el que estrecho tu mano.
Que en tus ojos pueda verme, y me regales un tiempo,
que me permitas soñarte aún sin consentimiento,
ya me significa gloria, ya me significa un cielo,
en el que tengo de un ángel sus más dulces aleteos.
No niego que la razón me fustiga en un descuido
y a la realidad me enfrenta, aunque sea por un segundo:
el sueño es el producto más caro que Dios se dio a bien lanzar,
al triste peregrinar de este mercado del mundo.
Y es entonces cuando lloro... y creo que ahí es donde pago,
esos días y esas noches en que tu cuerpo he raptado,
para realizar mis sueños, y todo eso que he deseado,
siempre, siempre anteponiendo que eres feliz a mi lado.
Sin embargo yo no cambió ese segundo de muerte
por todo lo que he soñado y que he deseado vehemente.
A tu corazón, tan noble, le pido que hoy y siempre,
aunque sea de vez en cuando, me siga abrazando fuerte.
15 de marzo del 2007
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