viernes, 23 de octubre de 2009
¡Quiero una luna!
Publicado el 27 de enero del 2000,
en el suplemento cultural “El Juglar”,
del Diario del Sureste.
También forma parte de mi compendio
“Cosas del escritor melancómico”
publicado en abril del 2004.
Él quería tener más. ¿Qué hay de extraño? ¡Todos queremos tener más! Cada noche se subía a la azotea y le pedía a la luna, como quien le pide a un dios, que le concediera todo lo que quería y, según él, necesitaba.
¿Quién diría que bastaba un día para conseguirlo todo?
Consiguió dinero. ¡Mucho!
Una mujer real, sincera, entera… De esas que cuesta trabajo encontrar.
Un buen amigo. Uno de esos que calla cuando debe callar y habla cuando debe hacerlo.
Un buen médico. ¡El mejor tal vez! ¡Un fregón que, de pronto, terminó con ese mal que tanto le aquejaba!
Un trabajo. ¡Ese por el cual estudió! Ese que siempre quiso tener y que le regalaba tiempo para ser el “As” de su deporte favorito.
Encontró la verdad entre la vida y la muerte. Descubrió que lo pequeño siempre es más valioso que lo grande y que lo que realmente vale no tiene precio.
Sembró ese “dichoso” árbol; escribió ese “dichoso” libro y procreó ese pequeño niño, que forma parte de todo lo que un ser humano “debe” hacer para sentirse realizado.
Todo lo que quería. ¡Todo! Un solo día le bastó para lograrlo. Cuando la noche formó parte de su día, subió aquella escalera que a diario propiciaba su encuentro mejor…
...pero esa noche no había luna.
15 de Marzo de 1999
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