miércoles, 27 de abril de 2011

Es la espera


Primero lloré por no conocerte.
Parece que me miro hincado en la azotea,
con el gemido guardado en mi mano
pegada al pecho.
Mis ojos mirando al cielo,
como quien espera una estrella fugaz
para pedirle un deseo en su paso veloz.


Después lloré de alegría,
cuando vi la estrella pasar
y tus ojos reflejados en ella;
cuando sentí tu cuerpo moviéndose al compás
del término de esa larga espera;
cuando me permití soñar
que había llegado el final de las noches invernales
y que el sudor de la pasión llenaría de calor
el cuarto obscuro y frío donde mi corazón dormía.

Estoy llorando otra vez.
Ahora porque no estás.
Y es que mi estrella fugaz, en su carrera veloz,
sólo escuchó la mitad de mi súplica de amor.
Desapareció su luz
y ya no me oyó balbucear
que, además de conocerte
y disfrutarte realmente,
tú me amaras como yo.

Hoy arriba, en la azotea,
con la mano en mi pecho
y el gemido entre mis dedos
apretando,
espero su paso veloz para pedir tu regreso
y seguirte disfrutando
aunque la otra mitad
se apague en la eternidad
de mi seguir esperando.

20 de julio del 2000