martes, 25 de mayo de 2010

Lazos

Los lazos entre dos seres se van tendiendo con un continuo dar y recibir. Se van haciendo más fuertes con la convivencia constante, y acaban en nudos indestructibles cuando el tiempo, gratinado de detalles, de buenos y malos momentos, salpica de recuerdos las ausencias, y crea uno nuevo en cada encuentro.

lunes, 10 de mayo de 2010

En el colmo de la pasión






¡Fue en el éxtasis supremo de nuestra primera vez…!


Después de pensarlo por mucho tiempo; después de dialogarlo por noches enteras… cuando por fin decidimos arriesgar nuestra amistad con una relación de pareja, ni tú ni yo teníamos idea de cómo enrocaríamos tantos recuerdos filiales encima de una cama.

Decidimos dejarlo al azar. Decidimos esperar el momento; la ocasión; las ganas; el deseo…

Celebramos la muerte de 1999 y el nacimiento del 2000, cenando con tu madre anciana. Cuando llegó tu hermana la mañana siguiente, salimos de tu casa y nos fuimos a comer. “La era del hielo” fue la película escogida para pasar la tarde, antes de decidirnos a deambular por los pasillos comerciales de “Plaza Universidad” y criticar, como siempre, el vestuario estrafalario, el peinado ridículo o la “jotería closetera” de cuanta gente rara se nos atravesara por el camino.

Nos fuimos a mi departamento poco antes del cierre del metro. En orfebrería inusual te bañaste, mientras yo escogía los pijamas y vestía la cama con sábanas y fundas recién lavadas. Te dejé mirando la tele y ungiéndote crema por todo el cuerpo, mientras repetía ese rito de baño, para mí muy usual ante tu presencia en mi lecho.

Sólo la luz del televisor iluminaba la estancia cuando salí de mi ducha. La sábana superior te cubría el cuerpo y tus ojos, maravillosamente negros, se entretenían con el documental en turno del Discovery Chanel. Me recosté a tu lado y me entretuvo tu elección, hasta que nuestros respectivos bostezos nos anunciaron la hora del sueño.

Quise programar el “sleep” en el turno de una hora, como acostumbrábamos, pero preferiste que apagara el aparato antes de cruzar tu brazo sobre mi cuerpo y amodorrar tu cabeza encima de la almohada.

Tu aliento caliente, aún de sabor desconocido, meció los cabellos de mi nuca; tu pecho vibrante le convidó sus aún filiales latidos a mi espalda; tus pies, siempre inquietos, jugaron un rato con los míos, antes de detenerse y expresarme, en tradición educada, ese “buenas noches” que nunca nos dijimos… mas ni tú ni yo teníamos en mente ese buen deseo de sumergirnos en la negrura del descanso revitalizante…

Yo pensaba que pensabas en esa, como la noche propicia. Tu cercanía era la misma que disfrutara en nuestras muchas oscuridades anteriores, pero en el ambiente podía respirarse el aroma de un extraño ente; como si mi deseo y tu deseo, en curiosidad común, se materializaran en manos colosales y nos empujaran al regazo de una maternal pasión.

Tu… en certeza, no sé lo que pensabas. Supe que tampoco dormías cuando tu cuerpo me ofreció, cauteloso, la reciedumbre de ese músculo que no te conocía; en tímido vaivén, compartió su calor y ansia con mis glúteos temblorosos. Tu mano en mi pecho, invitó a sus dedos al paseo y repintaron, con sudor, el contorno de mi tetilla más cercana.

Mi cuerpo aceptó, gustoso, cada invitación de cortejo, pero quiso entrar por la puerta grande al recinto de la fiesta: voltee hacia ti y me adueñé de tus labios, ansioso por conocer los secretos de tu aliento; apretujé mi cuerpo contra el tuyo y enrosqué mis piernas en las tuyas para asesinar en rapidez, con nuestras dos estacas certeras, nuestra agónica amistad, y darle el soplo de vida a nuestra pasión, necesaria para el incipiente y deseado amor.

La locura nos envolvió… recorrimos cada palmo de nuestros cuerpos con nuestras respectivas bocas, lenguas, manos… confundimos caricias y estrujamientos; besos y mordidas; amistad y amor… Y, de pronto, me poseíste… arrebatado… loco… Me hiciste sentir poseído… arrebatado… loco… Y en el colmo de la pasión, no lo pude evitar, grité tu nombre: “¡Gabriel!”.

Supe entonces que la amistad no había muerto… Detuviste todo movimiento y te acercaste a mi oído, preocupado. El: “¿qué?”, recién salido de tus labios, precedió mi gesto interrogante.

La amistad no había muerto pero, por esa noche, la pasión fue abortada en medio de nuestras respectivas risas.

13 de abril de 2010