jueves, 29 de abril de 2010

Razón... ¡no me despiertes!












He soñado tantas veces, y he deseado tantas cosas,
que cuando te tengo cerca y mis ojos pueden verte,
me pregunto preocupado, hasta sentirme impotente,
con qué rayos y en qué forma, podré un día agradecerte.

Y es que con sólo rozarme, o en coincidir de miradas;
y es que con sólo pensar que podré verte mañana,
se convierte mi presente en la feliz esperanza
de que a veces también sueñas, y que lo que quiero, quieres.

No hay moneda aún, tan cara, con qué valuar esos ratos
en los que sueño despierto que tú duermes a mi lado.
Ni billete, ni artefacto, ni una joya en el mercado,
que pueda pagar el momento en el que estrecho tu mano.

Que en tus ojos pueda verme, y me regales un tiempo,
que me permitas soñarte aún sin consentimiento,
ya me significa gloria, ya me significa un cielo,
en el que tengo de un ángel sus más dulces aleteos.

No niego que la razón me fustiga en un descuido
y a la realidad me enfrenta, aunque sea por un segundo:
el sueño es el producto más caro que Dios se dio a bien lanzar,
al triste peregrinar de este mercado del mundo.

Y es entonces cuando lloro... y creo que ahí es donde pago,
esos días y esas noches en que tu cuerpo he raptado,
para realizar mis sueños, y todo eso que he deseado,
siempre, siempre anteponiendo que eres feliz a mi lado.

Sin embargo yo no cambió ese segundo de muerte
por todo lo que he soñado y que he deseado vehemente.
A tu corazón, tan noble, le pido que hoy y siempre,
aunque sea de vez en cuando, me siga abrazando fuerte.

15 de marzo del 2007

jueves, 22 de abril de 2010

Carta que nunca entregué III (Una graciosa analogía)


He estado tratando de encontrarle un nombre a esta “cosa” que vivimos y no he logrado hallarlo. Es algo demasiado fuera de la común. Pensando en analogías, evoqué al planeta Júpiter y al cometa recién estrellado en su corteza; lo malo es que no sé quién es quién.

En un primer momento pensé en ti como el planeta y en mí como el cometa… pero deseché la idea porque, mientras el cometa causó sismos, huracanes, erupciones, maremotos y desmadre y medio, ahora si que yo “ni olas hice”.

En un segundo momento me adjudiqué el planeta y te imaginé como al cometa. Me dije entonces: “pues así, más o menos…”, pero tampoco me resultó buena la idea porque, aunque es cierto que me causaste desmadre y medio, no estás haciendo lo mismo que el cometa: Él llegó, se estampó y ahí se quedó; en cambio tú, sigues luciendo tu cola multicolor por todo el espacio sideral.

Deseché esta analogía, sobre todo cuando me enteré que el cometa se estrelló en el “lado oscuro” de Júpiter y… ¡por Júpiter que mi planeta y mi cometa todavía no se conocen ese lado! Claro que esta observación no se desea eterna porque, al final… es uno de tus lados más bonitos y deseables.

Te aconsejo que lo veas, alguna vez, en el espejo; te aseguro que, así como lo estoy ahora, quedarás prendado de ti.

Octubre de 1994

miércoles, 14 de abril de 2010

Yo podría...










Yo podría amarte de la forma en que tú quieras:
en escándalo o sigilo, en presencia o en ausencia.
Con el roce de mis manos en caricias delicadas,
o en salvajes arrebatos de pasión desenfrenada.

Yo podría darme de la forma en que tú quieras:
levantando mi mirada o agachando la cabeza.
Con la pausa titilante de un incendio que aún inicia,
o en el ansia desbordante del agua que lo intimida.

Yo podría hacerme de la forma que prefieras:
desde el hijo que retorna o un ave que regresa,
hasta un río que en el largo caminar de su camino,
continúa con su curso, después de chocar con piedra.

Yo podría conquistarte de la forma que tú quieras:
desde dándote una rosa o hasta con indiferencia.
Desde hablándote muy poco o escribiéndote un poema…
caminando de tu mano o corriendo tras tus huellas.

Yo podría ser tu amigo si eso sólo tú quisieras:
hombros, manos… ¡mis oídos! ¡Todo yo tu centinela!
Me podría hacer vasija para guardar tus secretos,
tus dolores y tus risas, tus silencios y recuerdos.

Lo que nunca yo podría es privarme de tus ojos,
de tu pelo… tu sonrisa, de tu tocarme de pronto.
Lo que nunca yo podría es no volver a mirarte,
e inventarme cada noche… un pretexto para hablarte.

20 de octubre del 2006