miércoles, 31 de marzo de 2010

Carta que nunca entregué I



"Me he quedado ciego... Sabía que iba a ocurrir y así lo quise. Es el precio por conservar el recuerdo de haber mirado de frente, ese maravilloso sol...". EFE





Te has vuelto tan predecible en lo que se refiere a ti y a mí, que en ningún momento dudé que no me hablarías para confirmar la cita que acordamos

Dijera Pérez Botija, en la voz de José José: “Vergüenza me da quererte”.

Dijera yo: “Vergüenza me da ponerle tu nombre a cada uno de mis villanos, y arrepentimiento me causa evocar tu rostro cada que hablo de amor”.

Espero no enrojecer ante ti en nuestro próximo e inevitable encuentro… y que no te sientas ofendido ante lo que provocas en las noches que me confundes. ¡Era tan convincente tu gesto de placer y tan quemantes las llamaradas de tus ojos…! Ahora ya no sé si lo ocurrido fue real o sólo evoco una más de tus visitas en mis sueños.

Debería ya tener claro que los eslabones que nos unieron, se han roto… Cierto, más por mi culpa al permitirme soñar de más… ¡Pero no perdono la tuya! ¡Cediste, motivaste y propiciaste lo ocurrido, esa nuestra última noche en escena!

Mi culpa es sublime, sincera, enamorada… La tuya ingrata, conveniente, interesada… Tal vez algo razonable porque “a nadie que le dan pan, con relleno cremosito, se pone a llorar”. Ahora no me queda más que pagar el precio por disfrutar tu lozanía, cayendo al profundo baúl de los recuerdos, mientras te se volando hacia un árbol distinto cada víspera de nueva noche.

Es maravilloso saber que mi imaginación cuenta contigo cuando necesita pensar en el ser más amado… pero me resulta más extraordinario saber que, como “plasmador e inventador” de historias, cuento con tu imagen para vengarme de ti mismo.

El destino suele ser cruel cuando se trata de extrañar… Hoy te extraño. En aguda crueldad, ese hoy se repite día a día… La vida te resulta mejor sin mí, mientras que la mía sólo gira en torno tuyo. Lo siento… ni tú ni yo podemos hacer nada contra ello.

¡Te amo! Que sea tu castigo saberlo. El mío… llevo cinco años pagándolo.

31 de marzo de 2010

miércoles, 24 de marzo de 2010

Compañera Soledad


Poema publicado en mi Antología:
"Estrellas Fugaces"
(junio-2005)


Triste damisela que en silencio lloras,
sentada en el borde de mi cruel destino,
no sé ya si odiarte por ser mi castigo,
o amarte en extremo, por ser mi señora.

Aquella que un día, sin pedir permiso,
desposó mi vida con su cruel presencia,
y ahuyentó los sueños que, ya en decadencia,
piden solamente seguir siendo míos.

Son sueños de amor, sueños de esperanza;
sueños que en sí, guardan correrte del nido.
No sé si sea ingrato pero he preferido
mirarte llorando, que verte en mi estancia.

Quise consolarte esa noche fría,
cuando se marchó quien de mí te alejara,
pero su partida y mis fuertes ansias,
llenaron tu rostro de gran alegría.

Volviste conmigo; llenaste mis horas;
¡sonríes ahora mientras yo te miro!
¡Soledad maldita, que siempre retornas,
no sé ya si odiarte por ser mi castigo
o amarte en extremo… por ser mi señora!

9 de Abril de 1996

lunes, 15 de marzo de 2010

Don Filemón




Publicado en la antología:
“Cuentos del sótano”.
Editorial Endora, septiembre 2009.





De veras que está “usté” jodido, mi querido Filemón. No le ayudó el AA; ni la promesa a su madre; ni que se “juera” su vieja, ni el que le dejaran de hablar sus hijos… ni el que se “juera” quedando poco a poco sin amigos. Y con aprecio le digo que, como quiera, yo estoy con “usté”: en su estado etílico normal o en su esporádica lucidez.

Y le digo que estoy con “usté” como sea, porque me consta, de veras, que hasta Dios lo ha abandonado…

Todavía me recuerdo cuando lo acompañé a La Villa con sus ganas jurar; ya sin madre, sin sus hijos, sin su vieja y sin amigos.

Salió “usté” rete contento… ¡de veras lo vi contento! ¡Hasta me dieron ganas de jurar también! ¡Pero pa’ qué! Yo tampoco tengo madre; mi padre no sé si viva; no tengo vieja ni hijos… Y de amigos… ¡nunca faltan en cantinas!

Mi querido Filemón, tal vez no deba decirlo… pero es neta: ¡qué bueno que regresó! Aquí al menos no nos andamos con mentiras. Con tal de seguir chupando nos oímos lo que sea; si anda “usté” de chillón le presto mi hombro de mesa; se que “usté” mañana me prestará el suyo, aunque le enmugre la camiseta.

Ya me madreó una vez ¿se acuerda? Pero se la devolví al día siguiente. ¡Qué chistosos nos veíamos con el ojo bien “pancheado”! ¡Con su jeta dada en la madre por todo el lado derecho y la mía en todo el izquierdo… abrazados por la calle nos veíamos hasta simétricos!

Y aquí en la barra le digo, digo fuerte y lo repito: mi querido Filemón, estoy con “usté” como sea porque soy testigo que hasta Dios lo ha abandonado… ¡Yo lo vide!

Llevaba “usté” una semana ¿se acuerda? ¡Hasta me dio envidia su fuerza de “voluntá”! Yo seguía igual de pedo, con mi coca con tequila, pero “usté” ni me pidió. Lo acompañé hasta el panteón a dejarle aquella flor a su madre ya en descanso. A garibaldi por música “pa” llevarle a su vieja que no le concedió el perdón. A ver a su hijo el Paco que ni siquiera lo recibió. Y hasta a la misa el domingo… que le fue su perdición.

Yo le quiero Filemón… ¡Y a diferencia de Dios no lo voy a abandonar! Quién iba a decir que el vicio se le iba a regresar cuando, devoto y contrito, se acercó “usté” a comulgar… ¡y el cura jijo del Señor, le convidó un poquitito del vino de consagrar!

24 de julio del 2008

jueves, 4 de marzo de 2010

Duerme




A la profesora: Manuela de J. Rosado López (30 06 24 - 5 12 98) a quien, orgullosamente, puedo llamar: MI MADRE.





Duerme.
Que el cerrar de tus ojos
sea un consuelo para tu alma agitada;
que las sombras rellenen de paz
el mañana que ya no veré junto a ti.

Duerme.
Que el silencio convierta en melodía
los murmullos dolorosos, que desgarran
el recuerdo de otros días
y empañan el mañana
que ya no veré junto a ti.

Duerme.
Que sea un sueño quien mitigue tus dolores
y te sirva de fugaz acompañante
hacia el viaje sin retorno,
hacia el viaje de un mañana
que ya no veré junto a ti.

Duerme.
Apresura la llegada del descanso;
deja libre ya mi mano de tu mano
para que se vuelva ala
y vueles a ese mañana
que ya no veré junto a ti.

Duerme.
Que mis lágrimas no sean atadura.
Dile adiós a tu dolor y ya descansa.
Sé que Dios concederá a tu mañana,
que lo mires, como siempre, junto a mí.

2 de Octubre de 1998